EL BIEN EL BIEN COMO FIN


IDEAS PRELIMINARES.-

En una importante reunión de un Consejo, se planteaba la necesidad de nombrar para un puesto directivo de una institución pública a la persona que mejor realizara las funciones correspondientes a tan importante cargo.

Alguien propuso al señor “x”; pero al respecto se comentó: “Es una persona muy capaz, sin embargo, considero que la institución no le interesa gran cosa, porque todo lo hace en función de obtener cada vez mayor poder. Esa es su única finalidad, pues goza con el poder; parece encontrar un placer en ello”.

Cayó por tierra la proposición y entonces se escuchó una nueva, en la que el candidato era en señor “y”.

Refiriéndose a este caso, uno de los miembros del Consejo afirmó: “Es evidente que a este hombre no le importan los demás. Su único foco de interés es él mismo. Si aceptara el puesto lo haría únicamente porque le es útil para seguir adelante en su carrera política. Su única intención sería utilizarlo como trampolín. En cambio, si se llegara a percatar de que el cargo no le ayudaría a subir, no le importaría que la institución se viniera abajo”.

Convinieron todos finalmente en que el adecuado para ocupar el cargo sería el señor “z”, y se concluyó: “Por unanimidad se acuerda que el señor “z” ocupará el puesto, ya que en cada cargo público que ha desempeñado ha demostrado amor a la institución con la única intención de servir a la comunidad, que es justamente aquello para lo que la institución fue creada”.

Si reflexionamos un poco al respecto veremos que detrás de todo acto humano que se ejecuta hay una intención. Esto se debe a que el bien, objeto del acto humano, actúa como motivo (algo que nos mueve a actuar) de nuestra acción. Si no existiera ese motivo, ese para qué que nos mueve a actuar, no habría acto humano.

De esta manera, podemos afirmar:

Todo sujeto actuante inteligente se mueve a actuar por la atracción de un bien.

El bien hacia el cual tendemos se nos presenta como fin de nuestra acción:

Hombre Bien

Sujeto actuante Fin

Inteligente (cuando es - Acción (cuando el bien se presenta

movido a actuar por un como motivo)

bien que le atrae.

Todo bien es un fin, cuando por la atracción que ejerce sobre la voluntad, nos mueve a actuar.

Todo fin es un bien, pues sólo puede atraer a la voluntad un ser bajo su aspecto de bien.

En virtud de que todo actuante inteligente actúa por un fin, propósito o motivo, en caso de no existir algunos de éstos, el sujeto actuante lo sería en potencia pero no en acto.

Así, por ejemplo, cuando un joven elige estudiar la carrera de medicina, lo hace para cumplir los deseos de su padre o para satisfacer su propia vocación o para satisfacer una demanda social. Si él no viera algún bien en esa carrera (como alguno de los anteriores), simplemente no la elegiría. Y si no viera en ninguna otra profesión algo que lo interesara, no elegiría ninguna carrera.

Sujeto actuante Objeto

a.) En potencia No hay

b.) En acto Bien que atrae

Intención

El bien que el hombre elige, como motivo de su acción, porque lo atrae de alguna manera, es el objeto de la intención de la voluntad; es el fin del acto humano.

De esta manera, podemos decir que la intención es:

La determinación de la voluntad en orden a un fin.

Esto significa que toda persona persigue algo cada vez que ejecuta un acto concreto, pues si tiende a un bien determinado es porque lo atrae de alguna manera.

Un mismo objeto puede atraer de diferente manera a diferentes personas, porque el aspecto de bien que se ve en ese objeto puede ser distinto.

Por ejemplo:

La amistad de Juan Ramírez es un bien.

Pedro tiende a esa amistad porque Juan es muy simpático y le divierte mucho su plática, sus bromas y su forma de ser.

Manuel quiere la amistad de Juan porque éste le ayuda a hacer sus trabajos escolares, le explica lo que no entiende, y como tiene “buena fama” entre los maestros, algo de esa imagen favorable le toca a él.

Antonio quiere y busca la amistad de Juan porque lo considera una persona con muchas y buenas cualidades que se pueden imitar y que lo hacen digno de aprecio y afecto.

En los tres hechos anteriores (así como en los de las ideas preliminares) nos percatamos de lo siguiente:

En el primer caso, la intención es lograr el propio placer, gozo o deleite. Se trata de una intención centrada, no en el bien al que se tiende, sino en el propio yo, es decir, es una intención egoísta.

En el segundo caso, la intención es lograr la mayor utilidad posible. Esta también es una intención egoísta, centrada en el sujeto y no en el objeto del acto humano.

En cambio, en el tercer caso, la intención ya no se centra en el sujeto, ya no se busca la propia utilidad o deleite, sino que la voluntad se encuentra atraída por lo que el objeto es en sí mismo y tiende hacia él para apreciarlo y amarlo, no como en las situaciones anteriores en las que tiende al bien sólo por los beneficios que proporciona.

Diferentes aspectos del bien como fin.-

Cuando tendemos a un bien por el placer que nos proporciona (intención egoísta), lo consideramos como bien deleitable.

Cuando tendemos a un bien por la utilidad que nos brinda, lo estamos considerando como bien útil.

Cuando consideramos a un bien por lo que éste es en sí mismo, por las cualidades que posee, lo consideramos como bien honesto.

Cualquier bien puede ser visto bajo estos tres aspectos, pero es el último el que propiamente constituye a la intención como buena moralmente. Es decir, la bondad en la intención depende de la manera como la persona se autodetermina en orden a un fin (que es un bien).

La intención del que tiende a un bien por lo que es en sí mismo, es una intención buena.

Reflexione usted sobre diversos casos y verá que cuando se tiende a un bien honesto, es decir, cuando se ama a un ser por lo que es, la utilidad y el deleite vienen por añadidura. El deleite es la repercusión de una perfección o acto y siempre se da cuando se obtiene un bien. Por otro lado, la utilidad se logra cuando un bien nos sirve como medio para otro fin, lo cual también se da de una manera natural.

Así, en el ejemplo anterior, Antonio al apreciar a Juan por lo que éste era, gozaba al mismo tiempo de su simpatía, de su ayuda y de su prestigio.

Algunas cosas son por esencia útiles, como el dinero, las herramientas, los vehículos o los útiles escolares. Otras cosas son por esencia deleitables, como las diversiones o los juegos. Se les ama con buena intención cuando se les ama como lo que son, y por lo que son. El caso de los seres humanos es diferente. Su esencia no consiste en ser útil o deleitable; va mucho más allá de lo que puede ser un objeto útil o placentero. Considerar a una persona como bien útil o como bien deleitable es rebajarla, cosificarla.

El verdadero amor y la amistad (que es una forma de amor), se basan en la buena intención, en querer a una persona por lo que es, por sus valores y cualidades y no por el provecho o deleite que se pueda obtener de ella.

Subordinación de fines.-

Dado que los objetos, por ser bienes, actúan como fines de nuestra acción, es claro que no podemos pretender todos al mismo tiempo. Así, hay algunos fines que se subordinan a otros.

Por ejemplo:

Si deseo ser médico necesito, primero, pasar el examen de admisión para ingresar a los estudios profesionales; después acreditar los cursos correspondientes a la carrera, hacer el internado, elaborar la tesis profesional y recibirse.

Podemos darnos cuenta de que el fin al que primero se tiende (ser médico), se alcanza después de muchos otros.

Lo primero en el orden de la intención es lo último en el orden de la ejecución.

Orden de la ejecución:

1° 2° 3° 4° 5°

aprobar examen acreditar hacer elaborar recibirse

de admisión cursos internado tesis

5° 4° 3° 2° 1°

Orden de la intención:

Tomando en cuenta el orden de la ejecución, tenemos que los fines están subordinados unos a otros. Se les puede clasificar como sigue:

Fin próximo Se subordina a otros fines y de inmediato se alcanza.

Fin intermedio Está subordinado a otro y a él se subordinan otros.

Fin último No se subordina a ningún otro y a él están

subordinados todos los demás.

Observe el siguiente esquema:

FIN ÚLTIMO

F I N E S I N T E R M E D I O S

F I N E S P R Ó X I M O S

El fin último, de acuerdo a lo dicho anteriormente, es el primero en la intención, pero el último en el orden de la ejecución, es decir, que el fin último es aquél al que se subordinan todos los demás fines.

Los fines próximos e intermedios son buenos si nos conducen al fin último. Esto significa que debe haber adecuación de todos nuestros fines al fin último:

La bondad de los fines próximos e intermedios depende de su adecuación al fin último.

Pero, ¿cuál es el fin último del hombre? Parece haber un acuerdo en señalar que el fin último del hombre es su felicidad.

Desde el punto de vista del sujeto, el fin último del hombre es su felicidad.

Aristóteles decía que la felicidad consiste en la actualización de todas nuestras potencialidades. Por esta razón, tendemos a todo aquello que nos ayuda a perfeccionar, a completar nuestro ser, a actualizar nuestras potencialidades; en otras palabras, a todo lo que nos conduzca en última instancia a lograr la felicidad.

De esta manera si yo me pregunto: ¿para qué como? ¿para qué trabajo? ¿para qué estudio? ¿para qué amo? ¿para qué quiero comunicarme con los demás? ¿para qué me esfuerzo por desarrollarme? Lo que busco en realidad, aquello a lo cual tiendo como primera intención, es la felicidad.

Ahora bien, aceptando que el fin último subjetivo es la felicidad, cabe hacer la siguiente pregunta: ¿cuál es el bien que me habrá de proporcionar la felicidad? Aquí nos preguntamos por el objeto que nos proporcionará la felicidad:

El fin último objetivo es el bien que nos va a proporcionar la felicidad.

Es en este punto donde hay diferentes respuestas: para algunos, la felicidad es el placer; para otros, la virtud; para alguien más, los bienes materiales; para otros, la justicia social; o bien, para otros, el goce de Dios.

La respuesta a la pregunta por el fin último objetivo es quizá una de las más importantes en nuestra vida, pues nos sirve de guía para nuestras acciones, para la elección de nuestros fines próximos e intermedios, para encauzar nuestra vida entera.

Cada hombre tiende de manera natural a su felicidad, pero es él y sólo él quien deberá elegir aquello que le dará felicidad.

Cada hombre tiene el privilegio de determinar sus propios fines.

Esta es una tarea difícil e ineludible, pero al mismo tiempo dignificante porque en ella nos realizamos auténticamente como seres humanos. Esta labor requiere una profunda reflexión acerca de lo que somos, de nuestra naturaleza. Si no sabemos qué somos, no sabremos cómo lograr nuestro desarrollo, nuestro perfeccionamiento.

Por ejemplo:

Si consideramos que no hay esencia común a todos los hombres, entonces el objeto que me proporciona felicidad será diferente a lo que proporciona felicidad a otros, y puede ser que mi felicidad traiga consigo la infelicidad de los demás.

En cambio, si aceptamos que todos los hombres participan de una misma esencia, aquello que es bueno para mi naturaleza, también lo será para los demás. Si algún bien particular me favorece a mí y perjudica a los demás, no es un verdadero bien, es decir, no es un bien adecuado a la naturaleza humana (en esencia); es un bien aparente porque tiene un aspecto de bien, pero no es adecuado a la naturaleza, y por lo tanto no me puede conducir a la felicidad.

Es necesario reflexionar acerca de lo que es el hombre para conocer cuál es nuestro fin último objetivo, y de esta manera guiar nuestra actividad moral.

De ahí que sea tan necesaria la reflexión acerca de estos temas, pues sólo así podemos decidir con seguridad nuestros fines intermedios y próximos.

Concluyendo:

De la buena elección de nuestros fines próximos e intermedios y de la intención honesta depende que encontremos la felicidad. Para ello, sin embargo, necesitamos saber qué somos y cuál es el bien que en última instancia nos proporcionará la auténtica felicidad. La respuesta a esta interrogante será la guía de nuestro actuar moral.

EL BIEN COMO VALOR.-

Paseaban por el parque un niño y su abuelo. Se detuvieron un momento para dar alimento a las palomas, y el viejecito advirtió que a una de ellas le habían cortado las alas. La tomó cariñosamente entre sus manos, al tiempo que le decía: “¡Pobrecita! Quien te hizo esto no respeta a la naturaleza. ¿Cómo podrás vivir sin volar?”.

El nietecito con desparpajo, le contestó: “Pues igual que un gato o un conejo. Ellos no tienen alas y sin embargo la pasan bien. No te preocupes abuelito”.

El abuelo le explicó con paciencia:

“Cada ser tiene sus propias perfecciones, lo que va de acuerdo a su naturaleza. Por ejemplo, para un gato no es malo carecer de alas, mientras que sí lo es para una paloma. Para una piedra no es malo no razonar, en cambio para un hombre sí es malo no actuar racionalmente, como el que le cortó las alitas a esta ave.

Cuando nos damos cuenta que algo es adecuado para un ser, como las alas para un ave o la racionalidad para un hombre, captamos un valor. Ser capaces de ello es algo maravilloso, y más aún lo es, el hecho de que podemos tender a los valores para amarlos. Por eso los hombres buenos aman la naturaleza”.

El pequeño asintió, y agregó: “Sí abuelito, ya veo que tú eres bueno y amas la naturaleza”.

Recordemos que:

Todos los seres son por el simple hecho de existir, ontológicamente verdaderos y buenos.

El ser, considerado en su relación a la inteligencia, es verdad.

El ser, considerado en su relación a la voluntad, es bien.

En otras palabras: la noción de bien significa plenitud de ser.

Tomando el ejemplo de las ideas preliminares, tenemos que:

Las alas son un bien adecuado a la paloma; es una perfección que completa su ser.

La racionalidad es un bien adecuado al hombre, y por tanto, es una perfección que completa su ser.

Pero, ¿qué sucede cuando un ser carece de un bien, de una perfección? Es decir, ¿qué sucede cuando un ser no tiene algo? Pueden darse dos casos:

1.- Carencia No ser 2.- Privación

de algo que no es adecuado de algo que es adecuado

a la naturaleza de un ser. a la naturaleza de un ser,

y que por lo tanto,

debería tener.

Ejemplos

* Alas para la planta * Alas para la paloma

* Racionalidad para la piedra * Racionalidad para el hombre

De estos dos casos, la privación es lo opuesto al bien, es decir el mal, que se define como:

La privación de un bien que se debería tener (porque es adecuado a la naturaleza del ser que se está considerando).

Tratemos de reflexionar sobre lo anterior:

Algo es adecuado a un ser cuando lo completa, lo perfecciona.

Entre algo y un ser hay una relación de adecuación si se da el caso de que ese algo es un bien que perfecciona a ese ser (como es el caso de la racionalidad para el hombre).

Y surge la siguiente pregunta:

¿Quién es capaz de captar esa relación de adecuación entre ese algo y ese ser?

Solamente los seres racionales pueden captar que:

Ese algo es un ser.

Ese algo es un bien (porque todo ser es bien)

Ese algo perfecciona a un ser.

Ese algo tiene una relación de adecuación con un ser.

Cuando el hombre conoce que ese algo tiene una relación de adecuación con un ser, en ese momento ha captado que ese bien es un valor.

El hombre no ha creado la relación de adecuación, tampoco ha creado al bien que perfecciona a ese ser. El hombre sólo ha sido testigo de ello, pero al serlo, el bien adquiere la categoría de valor.

El valor es un bien en cuanto se relaciona adecuadamente con otro ser.

En vista de que todo valor es un bien que perfecciona a otro ser, los valores son dignos de estima, de aprecio, son deseables.

De ahí que la teoría de los valores reciba el nombre de axiología; del griego ððððσ, digno de aprecio, y ððγðσ, tratado.

Todo valor es un bien, pero no todo bien es valor. Por ejemplo:

Un virus maligno es un bien porque es un ser, pero no es un valor para el hombre porque no lo perfecciona.

Los valores tienen las siguientes propiedades:

1.- Objetividad.

2.- Bipolaridad.

3.- Preferibilidad.

4.- Trascendencia.

Objetividad.-

El nivel axiológico (de los valores) supone el nivel ontológico (del ser).

El valor no es algo distinto al ser sino que es el mismo ser, que en cuanto bien, se relaciona adecuadamente con otro ser.

Ese bien existe se reconozca o no la relación de adecuación. De ahí la objetividad del valor. Sin embargo, no se considera valor sino hasta que el hombre es testigo de esa relación de adecuación.

Ejemplo:

Una planta puede ser de gran utilidad para la curación de ciertas enfermedades.

Esa planta es un bien y tiene propiedades curativas se hayan o no descubierto. Sin embargo, se considera valiosa sólo hasta que el hombre descubre esas propiedades curativas.

Al respecto cabe hacer una aclaración:

Nuestros juicios de valor son subjetivos aun cuando el valor sea objetivo. A esto se debe que sobre una misma cosa se opine de diferente manera.

Por ejemplo:

Una máquina de escribir nos es útil para escribir, en tanto que para un hombre primitivo podría ser útil para sentarse en ella.

Una planta medicinal es útil para el hombre de ciencia, mientras que para la chica que busca una bella flor para adornarse el pelo, le resulta inútil.

Bipolaridad.-

Dado que el valor es un bien adecuado a un ser, cuando no se da esa relación de adecuación que se debería tener, se dice que hay un valor negativo. El valor negativo es la privación del correspondiente valor positivo (algunos autores lo llaman disvalor).

Ejemplo:

Valor positivo Valor negativo

Belleza Fealdad

Utilidad Inutilidad

Justicia Injusticia

Preferibilidad.-

El valor ejerce atracción sobre nosotros. Parece invitarnos a tender hacia él.

Cuando descubrimos un valor, de manera natural lo apreciamos. A esto se le llama preferibilidad del valor.

Por ello, el valor es el objeto de nuestra tendencia o deseo. De ahí que todo valor es potencialmente un fin de nuestra acción.

Trascendencia.-

Los valores pueden ser concebidos como ideales. No se agotan en un ser particular sino que van más allá.

Ejemplos:

Sucede que: No sucede que:

El martillo es útil. El martillo sea la utilidad.

El concierto es bello. El concierto sea la belleza.

Juan es honesto. Juan sea la honestidad.

Si observamos con cuidado nos daremos cuenta que un mismo objeto puede tener diferentes relaciones de adecuación, es decir, puede encarnar varios valores.

Por ejemplo:

Un automóvil puede ser:

Útil para quien lo usa.

Bello para el jovencito que desea tenerlo.

Redituable para quien lo vendió.

Todo depende del punto de vista de referencia que se toma para apreciar el valor.

Así también, para ordenar los valores por su importancia, es decir, jerarquizarlos, es necesario tomar un punto de referencia. Cuando decimos que hay jerarquía significa que:

Unos valores son superiores a otros (por lo tanto, preferibles) y se ordenan en función de su preferibilidad.

Existen muchas jerarquías de valores. De hecho cada hombre tiene la suya propia (aun cuando no sea consciente de ella). Hay, por ejemplo, quienes ponen por encima de todos los valores la utilidad, otros la belleza, otros el placer.

Para ejemplificar proponemos como base la jerarquía de valores que toma como punto de referencia a la persona. Es decir, la ordenación de los valores en función de la capacidad de perfeccionar al hombre.

Valores Perfeccionan al hombre

I.- Infrahumanos

Por ejemplo:

En lo que tiene de común

Valores biológicos Valores de la sensibilidad con los animales.

La salud Lo agradable

La fuerza Lo placentero

La agilidad

II.- Humanos inframorales.

Por ejemplo:

Valores Valores En aquello que es exclu-

Económicos Noéticos sivo del hombre pero no

en el núcleo de la persona

Prosperidad Certeza (no dependen exclusiva-

Éxito Inteligencia mente del libre albedrío).

Riqueza Ciencia Lo perfeccionan en

ciertos aspectos, es decir,

Valores Valores como profesionista, como

Estéticos Sociales sabio u otros.

Belleza Unión

Gracia Simpatía

Elegancia Prestigio

Autoridad

En lo que tiene de más

III.- Morales propio. Dependen exclu-

Por ejemplo: sivamente del libre albe-

drío, porque lo perfeccio-

El bien moral nan en su núcleo, es

decir, lo perfeccionan

Las virtudes como hombre. En lo

esencial de la naturaleza

humana.

IV.- Religiosos En su relación con un

Por ejemplo: principio supremo (que

está por encima de la

La santidad la caridad naturaleza humana).

Como se ve, en el orden de lo natural los valores superiores son aquellos que dependen absolutamente del hombre en su actuar libre, es decir, los valores morales. Éstos no se heredan ni se adquieren al momento de nacer.

Siempre se obtienen a base de esfuerzo en la acción libre. Por ello el hombre con valor moral es digno de aprecio. Así tenemos que:

La libertad es una condición necesaria del valor moral.

Por ejemplo:

Una persona que es bella, sin haber hecho esfuerzo alguno, no adquiere por ese hecho valor moral. En cambio, si realiza actos libres, buenos moralmente, adquirirá valor moral.

Sin embargo el uso de la libertad no basta para que se logre un acto bueno moralmente, es decir:

La libertad no es suficiente para que se dé un valor moral positivo.

Por ejemplo:

Un hombre que asesina a otro. Su acción existe, por lo tanto, es buena ontológicamente (lo cual no significa que sea buena moralmente). Su acción es libre y por eso moral, pero:

¿Tiene valor moral positivo? ¿Tiene valor moral negativo?

Para que haya un valor moral positivo se requiere:

Algo que tenga relación de adecuación con un ser.

Acto moral o libre La naturaleza humana.

Si no hay adecuación entre el acto (moral) y la naturaleza humana, habrá valor moral negativo.

Es obvio que en el ejemplo anterior no hay adecuación, por lo tanto, no hay valor moral positivo, es decir, el acto no es bueno moralmente.

En cambio, respetar la vida de los demás constituye un acto bueno moralmente.

Todo consiste en adecuarse a las propias leyes de la naturaleza humana.

Haciendo consciente nuestra jerarquía de valores, podemos juzgar si nuestros actos son buenos moralmente.

Pero he ahí el problema. La naturaleza humana es muy compleja y a veces es difícil tomar decisiones. Recuerde que en el actuar moral debe armonizarse lo que la inteligencia capta como valioso, con lo que la voluntad quiere.

Para ello, es muy conveniente hacer consciente nuestra propia jerarquía de valores y ver con sinceridad cuál es el objeto al cual tendemos y cuál nuestra intención.

El remordimiento y el arrepentimiento surgen luego de ser conscientes de que sabíamos que nuestra acción no era adecuada a la naturaleza humana, y sin embargo, decidimos realizarla.

A menudo realizamos juicios de valoración respecto a nuestras propias acciones o las acciones de los demás. Así, decimos:

“Actué bien, estoy satisfecho” o “Qué mala acción la de fulano” “Zutano es un hombre que siempre actúa bien”.

Estos juicios, como todos los juicios de valor, son subjetivos.

En cambio, el valor moral es objetivo, es decir:

La adecuación o no-adecuación de un acto con la naturaleza humana existe, la conozcamos o no.

De tal suerte:

Un acto humano es bueno moralmente si se adecúa con la naturaleza humana (aunque alguien diga que es malo).

Y es malo moralmente si no se adecúa con la naturaleza humana (aunque alguien diga que es bueno).

Concluyendo:

El valor moral positivo se da cuando un acto humano tiene relación de adecuación con la naturaleza humana.

Y como valor, goza de las mismas propiedades que el valor en general, a saber: Objetividad, bipolaridad, trascendencia y preferibilidad.

El bien es entonces fin y valor.

Es fin en la perspectiva de la causalidad final, esto es, cuando nos preguntamos ¿Para qué hago esto?

Es valor en la perspectiva de la causalidad formal. Esto es, cuando nos preguntamos ¿qué estoy haciendo?

En otras palabras:

El bien como valor, se refiere a la cualidad intrínsecamente buena de un acto humano, a saber, su adecuación con la naturaleza humana.

fuente: http://html.rincondelvago.com/etica_19.html

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